viernes, febrero 02, 2007

 

El bizco es rey

Por la Oveja Negra de Zaratustra

Bibliotecas (de Babel) enteras se han erigido e incontables volúmenes continúan y continuarán siendo redactados con el cuestionable fin de explicar, justificar, y quizás expiar, a la decadencia prolongada, aunque temporaria, según afirman, de la nación argentina.

Divergen los autores acerca del comienzo, del fin, de las causas y razones, de los victimarios y las víctimas, de culpables e inocentes, de justos y traidores, chocolate o dulce de leche. Pero todos refieren a un pasado de grandeza que, merced a nuestro Destino Manifiesto, debe, más tarde o más temprano, llevarnos al sitial de supremacía continental y galáctica que postergan las circunstancias y nuestros numerosos y pertinaces enemigos.

Con el piadoso, quijotesco y ecológico propósito de proteger bosques enteros de una extinción segura y de asegurar a la vez nuestro autoabastecimiento de pulpa de papel, he descendido desde el Monte de la Meditación a descorrer el velo que oculta una verdad que millones de compatriotas de Rebaño rehúsan ver con fanatismo fundamentalista. Quizás se trate de fervorosos adictos a las píldoras Murti Bing elaboradas por laboratorios nacionales sin pagar licencia.

La desesperación, la vanidad, el resentimiento militante, el tribalismo paleolítico, la inmortal esperanza, un complejo de inferioridad nacional pandémico, las más variadas falacias y teorías conspirativas, la educación patriótica y la más pura imbecilidad ovina han hecho descender una espesa niebla sobre el último lustro ovino y sus esclarecedoras enseñanzas.

Resulta pues que las ovejas no hemos aprendido nada, porque nada queremos aprender, porque sabemos ya todo lo que deseamos saber. La historia nos enseña que la historia no nos ha enseñado nada.

La decadencia tercer o cuartomundista, ya hemos perdido la cuenta de cuántos mundos hay o quedan, no es un accidente, no es una circunstancia. La decadencia es funcional a y producto de las convicciones inquebrantables y compartidas del Rebaño. La decadencia, por tanto, llegó hace mucho y llegó para quedarse.

El ejemplo, exitoso para la cota sudamericana, de los Caínes trasandinos y sus valiosas lecciones aparece por completo oculto tras las altas cumbres.

El tremebundo fracaso, en apariencia inocultable, tras décadas de populismo, endeudamiento salvaje, anti-capitalismo y aislamiento cultural y comercial, sólo parece haber acendrado las viejas convicciones y ganado millones de fieles adeptos, nunca muy convencidos por las ideas y costumbres forasteras.

Nos queda sólo entonces el Gran Acuerdo Nacional sobre los cimientos edificados por el Gran Pastor. No es que no haya lugar para el disenso, es disenso lo que no hay, el lugar está desierto tanto por falta de oferta como de demanda.

Todas las expresiones y partidos políticos reflejan matices casi indistinguibles de la Doctrina Nacional. El Rebaño Organizado es la aspiración de todas las ovejas y todas sus instituciones y principios vuelven a refulgir tras una década con marcados rasgos contra natura.

El verticalismo rabioso, militar; la certeza de que sólo un caudillo autoritario, contestatario e insolente puede estar al frente del Rebaño, de que el congreso, la constitución y todas las instituciones de la república son sólo obstáculos (claro que lo son) en el camino del abanderado del pueblo y su acción vindicativa ante los oscuros enemigos que nos acechan. Por supuesto, las reglas sólo aplican a los demás, a los tontos.

El profundo desprecio al afán de lucro, la propiedad y la riqueza (ajenos) reflejado en congelamientos de tarifas y precios, retenciones a las exportaciones, sindicatos únicos, persecución del emprendedor como a una peligrosa alimaña e infinitas regulaciones a las regulaciones. Sólo el Pastor y sus aláteres, despojados del perverso afán de lucro, pueden ver y perseguir al interés común en el bosque del pérfido interés personal, su acérrimo enemigo.

La tozuda certeza de que una maquinaria cuyos eslabones y engranajes son funcionarios y burócratas con título universitario, doctores, liderados férreamente por el Pastor, puede organizar con sabiduría y eficacia a la “comunidad”, evitar conflictos, mantener a raya a los “intereses”, asegurar una sociedad justa y llevarnos al lugar de privilegio en el concierto de las naciones que el imperialismo, las multinacionales, los cipayos y otros astutos oportunistas nos niegan con ahínco y temor.

La desconfianza tribal e insular al extranjero, a lo diferente. En particular, un profundo odio al anglosajón, motivado por la envidia, por verlos en el lugar que por derecho divino deberíamos ocupar. La miope rivalidad, si así se pudiera llamar, con los Estados Unidos que sólo acarrea pobreza, aislamiento, retraso e incontables oportunidades perdidas. Las múltiples librerías y teatros de Buenos Aires y otras ciudades son sólo un fino barniz que disimula los rasgos de la bestia primitiva.

El Pastor representa todos nuestros anhelos, enfrenta todos nuestros miedos, vomitando todos nuestros prejuicios de sociedad primitiva y resentida a los “poderosos”, que nos ignoran con lejano desdén. Ya demostró el Paleopastor allá lejos y hace mucho tiempo que las ovejas necesitan un patrón que las guíe, discipline y aísle dentro del corral. El Pingüino sigue los pasos de sus dos maestros.

Jorge Luis dijo que los ovejeristas no son ni buenos ni malos, sino incorregibles. La labor del Primer Pastor ha sido concluida por sus hijos, todo el Rebaño es ovejerista e incorregible.

Las ovejas han probado ser ciegas a toda lección de la historia, y todos sabemos que en el país de los ciegos, el bizco es rey.

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